miércoles, 20 de enero de 2021

20/01/2021

 Nunca tuvo buen despertar, pero su marido siempre hacía que se levantara como una rosa, brillando con esa luz que desprendía, le acariciaba la mejilla, le daba un beso y le decía: 'buenos días, preciosa.' y cuando ella se giraba, él la abrazaba por detrás. Cuando él pasaba su brazo hacia su cintura y la arrimaba hacia él, ella le agarraba el brazo como si jamás se quisiera desprender de ese momento ni de él, cosa que era siempre, verdad. Siempre soñó con este momento, siempre. Siempre la despertaba él primero, porque sabía que ella no tenía buen despertar y nunca se atrevió a torcer su día por no tener esos detalles que él sabía que la hacían feliz. Siempre le decía cuando terminaban de desayunar 'anda gruñona, vamos a trabajar.'

A mediodía él estaba esperándola apoyado en la columna del su piso que por fin habían comprado, a ella le brillaban los ojos como nunca cuando abrió la puerta y lo vio allí apoyado. 

Le dio un beso y él le dijo: - Cariño, estás hoy más preciosa que nunca. Ella sonrió como una tonta y le abrazó más fuerte que nunca, y a continuación, le siguió hasta la cocina. ¡Sorpresa! Él le había preparado su comida favorita, la tenía en la mesa con velitas a su alrededor.

Ella se emocionó hasta el punto de que se le saltaron las lágrimas y le besó tan intensamente que se envolvieron en la pasión del momento. 

Después de dicho encuentro, él le dijo: 'te voy a matar por esto' y ambos se echaron después, unas risas bastante curiosas. 








viernes, 1 de enero de 2021

01/01/2021

Era una tarde bastante cálida de invierno en tierras sureñas, cuando Clotilde bajó al parque más cercano que tenía a Rayley, su mascota, cuando llegaron al parque, Clotilde soltó a la pequeña para que corriera, aunque siempre estaba pendiente. Corría pero siempre volvía al sitio donde estaba Clotilde. La pobre Rayley lo pasaba bastante mal porque en estas épocas navideñas, son muy típicos los petardos y a ella le daban bastante miedo, así que en un momento, se coló a través de la verja y se metió en el polideportivo que se encontraba al lado, asustada.
Clotilde, más asustada que ella, la llamó a voz en grito 'RAAAYLEEEEEEY' a lo que ella vino corriendo hacia su dueña asustada. Clotilde la amarró y se la llevó corriendo a casa, tirando Rayley de ella sin miramiento alguno. 
Cuando llegaron ambas a casa, su madre le preguntó: - ¿por qué estáis tan agitadas? a lo que ésta respondió: - mamá, Rayley no para de asustarse, ¡se ha saltado el parque y ha llegado hasta el polideportivo! ¡son los cohetes! - a lo que su madre, nerviosa añadió: - Pobre Rayley... -. 
Clotilde se llevó a Rayley a la habitación, a intentar tranquilizarla, impidiendo así que se metiera debajo de la cama y no saliera. Rosalía llamó por teléfono a Clotilde preguntando qué tal estaba el ambiente en casa, ésta contó lo sucedido y le dijo: - No te preocupes hermana, es que los pobres lo pasan mal, pero tranquila -. 
Clotilde se sentó en el ordenador y se puso a leer las publicaciones nuevas que le habían dejado sobre sus trabajos y se dio cuenta de que este tipo de cohetes no sólo afectaban a los animales, sino también a las personas, personas con enfermedades que sufren en sus carnes este tipo de pirotecnia. Sus ojos reflejaban indignación ante este tipo de actos humanos porque ella pensaba que eso era hacer daño por hacer, no por diversión, no paraba de ver publicaciones de este tipo y además, la conducta de Rayley hacía que aún se indignara más. 
La pirotecnia debe ser controlada por ley. 


Una conversación que cambió sus vidas.

Clotilde no dejaba de darle vueltas a si la decisión que iba a tomar sería la mejor o no. Sabía que le quería y sabía que tener a sus hijos ...