Me encanta oír cada golpe suave que das sobre unos platillos, supongo que porque haces cosas que a través de golpes transmites. Si lo haces a un ritmo especial, terminaré llorando. Te vuelves loco, golpeas muy fuerte, no tienes nada en la cabeza, sólo golpeas, te gusta hacerlo. Estoy escuchándote, mis ojos están bañados en lágrimas, porque jamás te vi así. Me estás mirando, te desconcentras y te pierdes, yo me pregunto: "¿Por qué paras?" Dejo de mirarte, porque necesito que sigas. No sigues. Intento que sigas de todas las formas posibles, pero no pude hacer nada. Me alejo de ti y salgo de la tienda en la que nos encontramos. Me coges del brazo, me llevas de nuevo a la tienda, te vuelves a sentar donde estabas, y comienzas a golpear, pero de forma muy, muy suave. El dependiente nos mira, muy extrañados, nos pregunta qué nos pasa. Le contesto al dependiente que no nos pasa nada, que estamos bien, me digné a preguntarle por qué hacía tal pregunta, él contesta que se nos ve ...