Me encanta oír cada golpe suave que das sobre unos platillos, supongo que porque haces cosas que a través de golpes transmites. Si lo haces a un ritmo especial, terminaré llorando.
Te vuelves loco, golpeas muy fuerte, no tienes nada en la cabeza, sólo golpeas, te gusta hacerlo.
Estoy escuchándote, mis ojos están bañados en lágrimas, porque jamás te vi así. Me estás mirando, te desconcentras y te pierdes, yo me pregunto: "¿Por qué paras?"
Dejo de mirarte, porque necesito que sigas. No sigues. Intento que sigas de todas las formas posibles, pero no pude hacer nada. Me alejo de ti y salgo de la tienda en la que nos encontramos. Me coges del brazo, me llevas de nuevo a la tienda, te vuelves a sentar donde estabas, y comienzas a golpear, pero de forma muy, muy suave.
El dependiente nos mira, muy extrañados, nos pregunta qué nos pasa. Le contesto al dependiente que no nos pasa nada, que estamos bien, me digné a preguntarle por qué hacía tal pregunta, él contesta que se nos ve demasiado pálidos, le pregunté que qué insinuaba y le supliqué que no hiciera más preguntas, nos pidió disculpas y nos dijo que continuáramos, le dije que era muy amable y le di las gracias.
Nosotros continuamos con nuestro ritual, tocar.
Tú paras y me suplicas que deje de llorar, te transmite impotencia y no puedes continuar. Me cedes un pañuelo, el cual tiene un olor muy tú, lo olisqueo un poco y... automáticamente dejo de llorar.
Me sonríes y sigues tocando. Yo no pude sonreírte, era superior a mis fuerzas, te miré con ojos de cordero degollado, suplicándote con dicha mirada que no pararas de tocar nunca.
Te dije que tenía que irme, que me necesitaban y... por último, te supliqué que no dejaras de tocar hasta que no me vieses desaparecer.
Me dejó marchar, continué mi camino hacia mis amigas, las cuales me vieron muy pálida. Me preguntaron qué hacía yo en esa tienda, yo sola, les dije que me gusta muchísimo la música y que... sólo escuchar ese golpe... me hacía bañarme en lágrimas. Me dijeron que a ese chico no le conocía de nada, y que me podía haber hecho cualquier cosa, que estuviese más atenta. Les dije que las quería, pero que no podían evitar que me hiciesen daño, pero además, en esta ocasión, había pasado el mejor momento de mi vida, y no precisamente por el chico, ya que no le conocía, sino... los golpes, esos golpes...
Esos golpes para mí transmitían historias nostálgicas, no de mi vida, sino... historias nostálgicas que me hacían llorar de emoción, y de pena, y que por ello estaba así.
Lo más raro de todo, es que ese chico sabía más de lo que yo creía sobre mí, y eso no me gustaba, no me fío ni de mi sombra.
viernes, 5 de abril de 2013
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