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Mostrando entradas de septiembre 28, 2025

Arrancando, pero siempre con amor.

 Meses más tarde, por fin, la segunda escuela infantil de Clotilde ya estaba inaugurada. El sueño de Clotilde se hacía realidad.  Padres y madres trayendo a sus hijos a la nueva escuela infantil hacía que el alma de Clotilde se llenara cada día más, teniendo en cuenta que ver la cara de los pequeños entrando por la puerta de la escuela y la satisfacción de los padres de darse cuenta de que sus hijos estarían, no en buenas, sino en buenísimas manos, hacía que ella sintiera que de verdad, este era uno de sus sueños y que de verdad, estaba haciendo un buen trabajo tanto fuera, como dentro de casa.  El aprendizaje que ella había estado aplicando en casa con sus hijos junto con Martín, era lo que la había impulsado a montar y a desarrollar una segunda escuela infantil, porque sabía, que tenía mucho más que ofrecer y que enseñar a las nuevas generaciones. Clotilde tenía que presentar para el día siguiente a la inauguración un proyecto de la segunda escuela para incentivar a los...

Un mal día.

Clotilde se había levantado refunfuñando como si se tratara de un bufido de un gato. Martín, sorprendido, la miró mientras se levantaba para hacer el desayuno. Mientras le daba el beso de buenos días, le preguntó - ¿Qué te pasa, amor? llevas desde que te levantaste refunfuñando, anda, qué poquito te gusta madrugar eh amorcito, ay, ven que te de un abrazo fuerte fuerte mi amor. - dijo Martín, mientras la abrazaba por la espalda en la cama. Clotilde se despertó y se levantó mal, pero tal abrazo no lo podía rechazar. Mientras se levantaba y elegía la ropa que ponerse, refunfuñaba cual bufido de gato, y la primera del día, era que no había manera de encontrar qué ponerse. La segunda del día, la comida, Martín no tenía nada de hambre, y mientras ella había preparado la comida para ella y para los peques porque Martín le había pedido por favor, que no quería comer nada, ella se enfadó porque cuando entrada la tarde, Martín seguía sin comer. Clotilde se enfurruñó tanto, que le gritó diciéndol...