La llegada del bebé, además de mucho amor, trajo también mucho, mucho cansancio consigo, más de lo habitual, pero sí que tenían que reconocer, que el amor se había multiplicado de nuevo. Se avecinaban rachas y épocas de mucho trabajo, y de mucho estrés, pero esta vez, Clotilde tenía claro, que no iba a permitir que el estrés se adueñara de ella. Como ya sabéis y si no, os lo cuento, Clotilde ha sido siempre una persona siempre que ha querido siempre tenerlo todo bajo control, y si algo no sabía si iba a ir bien o no, o si algo no salía como esperaba, la ansiedad se le subía por las paredes y el estrés aumentaba por momentos, pero esta vez, con la llegada del nuevo bebé, no iba a permitir que la ansiedad y el estrés no la dejaran disfrutar de lo que de verdad importa y le importaba, su familia, su bienestar y ante todo, el suyo propio. Así, que tanto fue así que, una tarde, sabiendo que tenía que avanzar trabajo de las escuelas y que podía haber organizado mejores horarios para sus...
¡Clotilde se había puesto de parto! ¡LLEGABA LA BEBÉ! Sí, era una niña hermosísima, que estaba apuntito de nacer y de conocer a toda la familia que la esperaba con los brazos abiertos. La espera se hizo interminable, pero por fin, llegaba. Esa noche, Clotilde no pegó ojo en toda la noche, y Martín tampoco, los que sí que habían dormido plácidamente, eran sus hijos. A las 4 de la mañana se puso de parto y Martín corrió a avisar a la familia, y a dejar a los pequeños con los abuelos de urgencia para ir inmediatamente al hospital. Después de horas, muchas horas esperando a su llegada, al fin el momento había llegado: - ¿Familiares de Clotilde? - Martín, desesperado, atendió nervioso: - Yo, por favor, dígame que está todo bien -. El médico, con una sonrisa de oreja a oreja, dijo: - Mejor no pueden estar y más campeonas, no las he visto, venga conmigo - Martín, llorando, acompañó al médico y allí la vio, sonriendo y con la bebé en sus bracitos. - Ya está aquí amor - Dijo Clotilde...