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3/7/2014.

Se vuelve a acabar una etapa de mi vida en la que he sido feliz, me he sentido bien, he hecho cosas que jamás haría y en la que he conocido a personas que han marcado esa etapa, aunque a algunas ya las conocía. Acaba porque todo tiene que acabar, mal o bien, pero tiene que acabar. Esto, como todo, quedará guardado, y muy guardado. No sé en qué pensé, a veces no sé ni qué cojones pienso y estoy pensando. Querer quiero, y apreciar aprecio, y cuando quiero o amo, siempre lo hago sin reparos aunque siempre haga daño porque siempre lo hago, y sin querer. A veces ni sé qué hago conmigo misma. 
He sido muy feliz, completamente feliz, pero se ha venido tan, tan abajo, que mi persona no se sostenía. Estamos en verano. Esta época, que ha sido siempre la que más he adorado siempre, se ha convertido en la que jamás quise que pasara. 
Para mí, la madurez, es cometer actos sabiendo qué haces, siendo completamente consciente. Es cometer actos de locura, buscando la felicidad en actos de niña, sin realmente serlo, pero jamás te confundes a la hora de cometerlos, porque siempre piensas los riesgos que corres. Para mí eso es la madurez, a parte de otras muchas cosas. 
No me apetece escribir demasiado, pero lo veía necesario, así que, ahí os quedáis con vuestra filosofía. 

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