Lunes, 15 de Junio de 2020

Clotilde había vuelto a ver a sus amigos después de tres meses encerrada en casa por la pandemia que estaban sufriendo. Con mascarillas, desinfectantes y las apropiadas medidas de seguridad, todos se dieron un abrazo tan fuerte que dolía. Lo pasaron genial. Y aquí la cuestión: uno de los sitios que normalmente frecuentaba la pandilla para tomar cervezas y cócteles, habían dejado de frecuentarlo, ¿por qué? Clotilde había comentado con su mejor amiga que las dos veces que habían frecuentado ese sitio, al día siguiente, la familia de la amiga de María, había sufrido daños. ¿Coincidencia? ¿Casualidad? ¿Superstición? No lo sabíamos. La que entendía de ello, era la mejor amiga de Clotilde, Clara. Lo comentaron, Clara siempre decía que las casualidades no existen. La potencia energética que Clotilde y María ejercían sobre la chica del orfanato, era lo suficientemente fuerte como para que todo lo que ellas hicieran le afectara a la chica, y que, evidentemente, no podían volver a frecuentar ese sitio. Clara se había convertido en toda una experta, y además, sentía que era así y además, tenia cómo explicarlo. Por el bienestar de todos, dejaron de frecuentar ese sitio sin dar demasiadas explicaciones. Frecuentaron otro sitio en el que siempre había muy buen ambiente y que a Clotilde le encantaba, y qué menos que tomarse sus dos cervezas allí. Se sentía realmente cómoda y agusto. Había cambiado su rumbo. Al día siguiente todo parecía estable. Clotilde se había levantado especialmente cansada, pero nada fuera de lo normal.
Clotilde, gracias a Clara, había aprendido a entender sobre este mundillo tan místico y sobre todo, a entender qué cambios le iban a ocurrir a partir de entonces. 

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