Por fin, habían vuelto a Sevilla, a su casa, habían dejado esa pausa grande para volver a su vida habitual, no volviendo a caer en aquel piloto automático que dejó sus vidas paradas.
Como habían quedado, Martín y Clotilde estaban preparando aquel homenaje a los padres de Martín que tanto estaban esperando.
Martín y Clotilde, emocionados, cogieron muchas de las fotos y recuerdos que tenían de los padres de Martín, e hicieron un mini altar que rodearon de velitas. Martín se quedó mirando fijamente todos esos recuerdos, y sonriendo, dijo - Así me querían ellos, y eso les transmitiré a nuestros hijos -. Clotilde, emocionada, no pudo evitar derramar alguna lágrima. Sonriendo los dos, llamaron a sus hijos que vinieron contentos para abrazar a sus padres. Martín empezó a contarles mientras cogía las fotos para enseñárselas a los niños, quiénes eran sus padres, y dónde creció él con ellos. Los niños se pusieron muy contentos porque ¡por fin sabían quiénes eran sus abuelos paternos! Clotilde, a ver esta imagen, no pudo evitar emocionarse.
- Lo que no se recuerda, se olvida y nunca vuelve, estoy muy orgullosa de ti - Comentó Clotilde. Martín, ante estas palabras dijo - ¿Qué me quieres decir amor? - Dijo con cara extraña Martín. - Que estoy muy orgullosa de que por fin, hayas mostrado esto que tan asfixiado emocionalmente te tenía, y de que, hayas enseñado a tus hijos una gran lección: lo que no se recuerda, se olvida y nunca vuelve. - Dijo Clotilde, emocionada.
Sabemos que es difícil cuando perdemos a alguien, mostrar lo que sentimos, pero, ellos siempre quieren que les recordemos.
Así, felices, marcaron una vuelta a la rutina llena de paz y sin marcas de un duelo pasando desapercibido.
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