En una etapa bastante avanzada de su embarazo, Clotilde sentía cada vez más ansiedad, más agobio, más estrés y más incomodidad. Se sentía como era normal muy hinchada y bastante tristona, tenía las emociones a flor de piel por lo que venía y por el cambio que suponía para su familia. Evidentemente, no quería transmitir ese malestar a su familia ni a su marido ni a sus hijos, así que tenía que intentar fingir e intentar poner buena cara, aunque Martín sabía que algo no estaba bien.
Clotilde, después de hablar con Martín y decirle cómo se sentía, decidió coger su ordenador, pero esta vez, no para redactar informes ni para enviar documentos, etc., sino para escribir. Había abierto una hoja de word, y se había puesto a escribir como forma terapéutica, para reducir ansiedad.
Ella no era consciente de que eso podía reducir la ansiedad, ni hacer que se sintiera mejor ni mucho menos que fuese una terapia. Pero conforme escribía y escribía, se iba encontrando cada vez mejor, y se llevó como dos horas escribiendo.
Martín la miraba aliviado, porque sabía que la estaba ayudando, aunque su tripa complicaba en muchas ocasiones la postura en la que se ponía.
Después de escribir durante dos largas horas, se sentó con Martín y con sus hijos en el suelo donde tenían una pequeña alfombra de juegos donde solían ponerse todos los días a jugar con ellos y a contarles historias.
Clotilde, entonces, descubrió una manera más de liberarse del piloto automático y de ver el estrés y la ansiedad como una montaña que hay que escalar con firmeza, entereza, cariño y paciencia, y no como una pared de cemento inquebrantable.
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